Tener un estilo propio es algo que preocupa a la mayoría de los escritores y, sin embargo, es algo a lo que no se presta la atención que se debiera. Todo escritor sueña con desarrollar una voz única y original que los lectores puedan reconocer, pero con frecuencia, en un primer momento, no pone demasiado esmero en alcanzarla.
Por lo general, se confía en que el estilo llegará: a fuerza de escribir se irá afinando solo y, con el tiempo, el escritor alcanzará su voz. En parte es cierto: la práctica hace al maestro. Sin embargo, el estilo es algo demasiado importante para confiarlo al mero paso del tiempo. Lo recomendable es prestarle atención y volver consciente ese proceso, esa búsqueda que es tal vez la más personal que emprende el escritor.
El lenguaje se da por sentado
Uno de los problemas que afectan al estilo, sobre todo entre los escritores noveles, es que el lenguaje se da por sentado. Las obras literarias se hacen con palabras, pero, curiosamente, estas quedan en un segundo plano. Al escritor que se inicia le interesan más otros aspectos de la creación: la historia y los personajes, por supuesto; escribir buenos diálogos; también la estructura y las técnicas para «atrapar» al lector.
Por nuestra experiencia —llevamos más de quince años impartiendo cursos de creación literaria—, entendemos que el escritor, a medida que se interesa por su oficio, recorre un camino que va desde lo más elemental: la historia que quiere contar, a lo más sofisticado: cómo contar esa historia con la mayor eficacia y belleza. A menudo sucede que el escritor solo comprende la importancia del lenguaje hacia el final de ese camino.
Sin embargo, el lenguaje es clave. En el lenguaje es donde está la verdadera batalla para el escritor. No solo porque es uno de los ingredientes principales del estilo, sino sobre todo porque es el material con el que se crea la literatura. No hay otro: solo palabras.
Si como escritor empiezas a prestar atención al lenguaje desde un momento temprano de tu andadura es muy probable que tus progresos sean más rápidos y, en especial, lograrás una mejor comprensión de lo que la literatura es. Una comprensión que es básica para un escritor. Por eso hoy queremos darte algunas ideas con la esperanza de que te ayuden a prestar nueva atención al lenguaje y al modo en que lo usas. Porque el lenguaje es la verdadera herramienta de persuasión, la red que nunca falla para atrapar al lector.
1. Corrección
El buen estilo comienza por escribir correctamente. Dominar el idioma es un requisito indispensable a la hora de escribir cualquier texto, por supuesto también al escribir narrativa. Si no manejas adecuadamente las normas gramaticales tu escritura fallará por la base y, como es lógico, se resentirá.
El estudio de ortografía y gramática puede resultar arduo, por fortuna hay una manera de aprender las normas de un modo, diríamos, intuitivo: leyendo. Para un escritor leer mucho y bueno es muy recomendable por diversas razones; una de ellas es que a través de la lectura se alcanza un conocimiento vivo de los usos gramaticales del lenguaje y, lo mejor, se hace de un modo ameno y siempre enriquecedor.
2. Claridad
Además de correcto en cuanto a la norma, el buen estilo es claro.
En realidad, este punto presenta matices, pero para comenzar quedémonos con la idea de que el escritor debe perseguir la claridad al escribir.
El lenguaje es el transmisor de las ideas e imágenes que como escritor creas para plasmar la historia. Es como la lente a través de la cual haces mirar al lector. Si la lente está empañada, si no es clara, la visión del lector perderá nitidez, de manera que el sentido de lo que le narras llegará a él distorsionado.
Esa claridad se consigue de diversas maneras, repasemos algunas:
Estructurar bien la información
Un texto narrativo es un flujo de información; tiene además intenciones estéticas, sin duda, pero no deja de ser información que ha de llegarle al lector de manera comprensible.
Cuida, por tanto, el orden en que das la información. No saltes de un tema a otro, de una idea a otra. Agota una idea antes de pasar a la siguiente y procura relacionarlas entre sí para crear un conjunto coherente y bien hilado. Para ello, pon atención a la adecuada división del flujo narrativo en párrafos y frases.
Trabaja bien las frases
La manera en que están escritas y ordenadas las frases puede ser foco de oscuridad y ambigüedad. Si el lector vuelve sobre una de tus frases ha de ser porque ha quedado impactado por su fuerza expresiva, no porque no la ha comprendido bien.
El orden natural de la frase en español es sujeto + verbo + complementos, trata de seguirlo. Atención también a la puntuación. Una coma puesta en un lugar u otro puede variar por completo el sentido de una frase.
No te limites a escribir frases cortas. Escribir frases cortas es el recurso habitual para no cometer errores de puntuación o sintaxis. Además, es un consejo muy habitual en los talleres de escritura. Pero abusar de las frases cortas implica ciertos peligros: tu estilo será en gran medida muy similar al del resto de escritores que ahora mismo también siguen el consejo de escribir frases cortas. Y, además, estarás dinamitando el ritmo interno del texto, que es fruto en parte de alternar frases de distintas extensiones.
Elige cuidadosamente las palabras
La claridad del lenguaje pasa, justamente, por saber elegir las palabras adecuadas, aquellas que se ajusten con mayor precisión a la idea que queramos expresar. Cuanto más preciso es un término, mejor se especifica la realidad a la que alude. Por ejemplo, no es lo mismo decir: «Llevaba una flor en el ojal» que «Llevaba un clavel en el ojal». Clavel es una palabra más precisa que flor y, por tanto, alude a una realidad concreta, no genérica. Al leer la segunda frase la imagen que el lector recrea en la pantalla de su mente es mucho más específica, más detallada.
3. Ornato
Cuando hablamos tanto de ficción literaria como de estilo de escritura pensamos en un tipo especial de textos. Son textos escritos de una manera diferente a como lo está, por ejemplo, este artículo. Tienen un ingrediente especial, pero ese ingrediente sigue estando relacionado con el lenguaje. Es lo que se denomina ornato.
El ornato es una cualidad indisociable del texto literario el cual, como sabemos, tiene intenciones artísticas. Para tener buen estilo, un estilo literario, no basta con cuidar la corrección y la claridad, además hay que escribir «bonito».
Al decir «escribir bonito» no nos referimos a escribir de una manera florida, alambicada o grandilocuente. Aunque esos son estilos válidos, exigen un excelente conocimiento del lenguaje y sus posibilidades; cuando un escritor busca por ese lado sin tener ese conocimiento los resultados suelen ser poco favorables.
El ornato hace referencia al uso de esos recursos estilísticos que son los que ayudan de un modo determinante a atrapar la atención del lector; metáforas, símiles, analogías, contrastes, personificaciones, repeticiones, paralelismos... Vuelven la prosa rítmica, ayudan a dar a entender de manera vívida las ideas y le dan al conjunto elocuencia y expresividad.
El ornato, por otro lado, no es una capa que se añada a posteriori, de manera artificial. Por el contrario, el ornato debe empapar la obra desde su misma concepción porque es, precisamente, lo que mejor muestra la personalidad del autor, su manera de ver y entender el mundo. El modo en que usas el lenguaje viene marcado en parte por la norma y por la tradición, pero el ornato expresa tu individualidad como artista.
Sin embargo, este es el aspecto que menos suelen cuidar los escritores, es el elemento que más echamos en falta en los textos de nuestros alumnos y de los escritores que pasan por nuestras asesorías (por eso justamente hemos creado un curso de estilo). No porque esos escritores no tengan una individualidad que se trasluzca en sus textos y les de vida, haciéndolos únicos, sino porque es un factor de la composición literaria que no han tenido en cuenta, ocupados como estaban con otras luchas: la trama, los personajes, el final…
Pero la verdadera lucha del escritor, como ya hemos dicho, es con el lenguaje. Y en gran parte esa lucha surge de los intentos de usar el lenguaje de una manera expresiva. Esa lucha tiene lugar palabra a palabra, frase a frase. Exige cada vez que el escritor piense cuál es la mejor manera de decir eso que quiere decir: no solo cuál es la manera correcta y más clara, sino también la más sugerente.
Es mientras escribe cuando debe incorporar esos recursos estilísticos que engalanan el texto y fascinan la imaginación del lector. Una labor que al principio exigirá un poco más de consciencia, un poco más de cuidado, pero que con la práctica acabará por automatizarse; al menos hasta cierto punto, pues la atención al lenguaje siempre debe ser vigilante y meticulosa.
Estudiar esos recursos y atender a cómo los usan tus autores favoritos y cómo los han usado los grandes autores de todos los tiempos es la mejor manera de incluir la cualidad del ornato en tus propias obras. Un aprendizaje delicado, pero fascinante, que marcará un antes y un después en tu escritura.