Desde el momento en que terminamos un manuscrito y lo mostramos al mundo, se expone a un montón de comentarios. En primer lugar, la opinión de familiares y amigos. Pre-lectores o lectores beta, si decidimos consultarles. Si logramos publicamos por los cauces tradicionales, tendremos que escuchar las orientaciones del equipo editor. Si nuestra novela se vende (¡yeeeah!), recibiremos las valoraciones de nuestros lectores. Finalmente, quizá incluso sea objeto de las reseñas de los críticos literarios.
Eso son muchas opiniones distintas que procesar. Valoraciones que llegarán a través de diferentes vías, y que nos influyen y nos afectan. De ahí la importancia de aprender a gestionarlas. Si las críticas son buenas, eso no supone ningún problema, pero si son malas…
Lo cierto es que ante las malas críticas solemos cometer dos grandes errores. El primero es sentirnos atacados, ponernos a la defensiva y arremeter contra el emisor acusándole de carecer de criterio, estar equivocado, o ser incapaz de apreciar nuestro trabajo. El segundo es recibir los comentarios negativos como una fuerza demoledora tan convincente que llegamos a la conclusión de que no servimos para escribir. Así que, ante todo, ¡no dramaticemos!
Vamos a evitar reacciones extremas y a reservar la intensidad para nuestros relatos. Aquí van algunos aspectos a tener en cuenta para encajar mejor el feedback negativo sobre nuestros textos. El positivo, como hemos dicho, no es un problema, ¿verdad?
Mostrar gratitud. Lo primero es mostrar agradecimiento hacia todas las personas que hayan dedicado parte de su tiempo a leer nuestro libro y a expresar sus impresiones, aunque no les haya gustado. Al fin y al cabo, también podrían haber invertido ese tiempo en una maratón de Netflix, irse de fiesta con sus amigos o lanzarse en paracaídas, pero han decidido dedicarlo a nuestra obra.
Aceptar la diversidad. «Sobre gustos no hay nada escrito». Aunque la frase parece banal y la hemos escuchado cientos de veces, no podemos obviar que cada lector tiene sus preferencias. El mundo literario es muy amplio y en él caben todos los géneros, estilos y públicos. Lo que escribimos no gustará a todos. Y tampoco es necesario.
Desechar críticas vacías. Todo el mundo tiene derecho a expresar libremente su opinión, siempre que lo haga con respeto. Si no te guardan respeto, ignórales. No queremos alimentar a los trolls. Por lo general las aportaciones constructivas suelen analizar y argumentar tanto los puntos fuertes como los débiles del texto. En el polo opuesto, las críticas inútiles son sesgadas y viscerales. Ignora las críticas vacías que no argumentan el por qué algo funciona o no funciona dentro de tu novela.
Mantener la autoestima. ¡Qué difícil resulta a veces! Con qué facilidad nos venimos abajo. En mayor o menor grado, los seres humanos somos vulnerables, somos material sensible. El relato, novela o poesía que hemos escrito es nuestra criatura y nos hemos volcado en ella con mimo y esfuerzo. Pero no debemos dejar que una opinión negativa nos desanime, ni mucho menos, que nos disuada de volver a empuñar el bolígrafo o el teclado.
Tomar distancia. No debemos tomarnos las críticas como algo personal. Están opinando sobre una obra, no sobre nosotros. Es más, seguramente ni siquiera estén hablando de toda nuestra obra, sino de un texto en concreto. Da un paso atrás y piensa, objetivamente, ¿qué dirías tú de ese mismo texto si lo hubiera escrito otra persona a quien no conocieras de nada?
Ser consecuentes. Si lo único que buscas al pedir opinión sobre tus escritos son elogios alentadores, mejor no la pidas. Cerrar las puertas a las opiniones que nos incomodan limita nuestro potencial. Si te gusta escribir, da la bienvenida a todos los inputs, reconoce lo negativo, date una palmadita en el hombro por lo positivo y sigue adelante. Progresa y mejora.
Los aspectos emocionales entran en juego tanto si hemos pedido a alguien su opinión como si nos han dejado una reseña en Amazon. Ahora bien, cuando somos nosotros quienes solicitamos directamente ese feedback a un amigo, lector beta o lector profesional, lo hacemos con la intención de mejorar nuestros escritos. Y querremos sacar el máximo provecho de lo que nos digan. Para ello, hay que tener en cuenta algunos aspectos más prácticos:
Enviar textos acabados. Nunca pidas opinión sobre un texto que no esté listo. Sé considerado con tus lectores beta y envíales un borrador acabado y lo más limpio posible. Revísalo tú primero, corrige las faltas de ortografía, asegúrate de que no hay incongruencias. Por ejemplo, si has cambiado el nombre de algún personaje mientras escribías, comprueba que no ha quedado ninguno descolgado. En fin, ofréceles un texto legible y libre de errores.
Hacer preguntas. Detalla en qué aspectos de la novela o del relato quieres que se fijen, puede que haya algunos que te preocupen más que otros, ya sean los diálogos, caracterización de personajes, ritmo, ambientaciones… Si tienes dudas sobre algo en particular, plantéales preguntas concretas: «¿Qué opinas del desenlace? » «¿Hay algún tramo que se te haya hecho aburrido? » «¿Te parece verosímil la huida del capítulo 4?
Ser metódicos. Una vez te hayan respondido, haz un listado con las sugerencias que has recibido. Así te será más fácil compararlas y extraer conclusiones sobre todo lo que te han dicho. ¿Hay muchas coincidencias? Conviene prestar especial atención a las opiniones que comparten varias personas, bien sean positivas o negativas. Si muchos están de acuerdo en que un giro argumental concreto no funciona, será por algo.
Situar cada opinión. Suena feo, pero no todas las opiniones tienen el mismo valor. Entre el montón de feedback que recibas, la voz de profesionales del ámbito literario puede tener más peso que la de tu hermano. Al igual que lo tendrá la de los lectores del género que tú escribes. Por último, no todo el mundo lee con la misma atención o sabe captar igual lo que querías decir.
Tomarte tu tiempo. Una vez recibas todo el feedback, ¡no corras a hacer cambios precipitados en tu manuscrito! Date tiempo para reflexionar. Sigue tu instinto. Lo que tienes ante ti es un sondeo de opinión, te muestra cómo los otros perciben tu texto, pero no siempre lo que sugieren es lo más acertado. Es tu tarea decidir qué aplicar y que no. En muchos otros casos, los lectores te ofrecerán un diagnóstico, pero no te darán el remedio y necesitarás tiempo para encontrarlo.
Mantener la voz. El feedback nos sirve para revisar aspectos que hayamos pasado por alto, erratas, vacíos argumentales. Sin embargo, hacer caso de todo lo que nos dicen, puede generarnos cierto grado de confusión. Incluso conlleva el riesgo de desvirtuar nuestro propio estilo. No pierdas el rumbo. Escucha lo que te dicen, pero mantén tu voz-
Y hasta aquí los consejos. Haz con ellos lo mismo que con las críticas y las lentejas: si te gustan las tomas y si no, las dejas.